Lo Que Se Aprende de los Arboles*


*Cuento autobiográfico, escrito por Cynthia G. S., en Enero de 2006.
*Editado por EL PRODIGIOSO MILIGRAMO.



          Conocí a Eufebio hace unos dos años cuando llegó a mi como un regalo de mi novio. Era un día cualesquiera, pero eso no tiene importancia. Lo importante es que Eufebio ha sido, desde ese día, mi adoración. Eufebio es un bamboo.



          No tenia casa cuando llegó. Me lo entregaron en una bolsa de SMART (que romántico), así que decidí darle un hogar provisional mientras me tomaba el tiempo para obtener un florero digno de el. Fue así que comenzó a vivir en una botella de Coca-Cola. Siempre tuve la sensación de que una botella de Coca era muy poco para el y que necesitaba mas espacio. Busqué y rebusqué pero nunca encontré un florero que fuera para mis gustos, adecuado (yo quería uno color café con líneas blancas). El tiempo pasó y nunca me ocupé de mudarlo. Le cambiaba el agua todos los domingos por la tarde y le cantaba canciones de buenas noches.


          Tiempo después me ausenté del hogar por un año entero. Pensé que Eufebio no resistiría un año sin mi y que irremediablemente moriría sin mis cuidados, pero no sucedió así. Cuando llamaba a la casa preguntaba por él; siempre me dijeron que estaba bien. 


          Al pasar de un año volví. Entre a mi cuarto y ahí lo encontré donde siempre, en su modesta botella de Coca-Cola, luciendo orgulloso una nueva ramita, muy sincero, muy sereno. Al parecer los inquilinos de mi cuarto le tomaron aprecio y lo cuidaron bien durante mi ausencia. Aun le cumplieron el caprichito de cambiarle el agua los domingos por la tarde tal como le gusta. Después de verlo y verlo sentí ganas de aventarlo contra la pared. Su presencia era un recordatorio de un pasado tortuoso. Y él ahí tan simple, tan armónico, sin darse cuenta de nada. Finalmente me di cuenta que él no tenia ninguna culpa. Sin embargo, resintió mi repentino desprecio, algunas hojas se secaron, pero las corte para que brotaran nuevas. El tiempo transcurrió y Eufebio volvió a ponerse verde y brillante. Eufebio hasta entonces era feliz.


          Fue así que volvió a mí el pensamiento inicial de cambiarlo de casa para que viviera mejor, pues no crecía mucho como un bamboo normal. Busqué y rebusqué y al fin la encontré: una vasija perfecta, hermosa, café con líneas blancas; también conseguí piedras pulidas para que Eufebio se mantuviera en el centro. Me sentí feliz de haber concluido la búsqueda al fin. Llegué a la casa, subí, acomodé las piedras, y moví a Eufebio a su nuevo hogar. Se veía perfecto, perfecto el lugar, perfecto el contraste, perfecto el tamaño, perfecto. La primera semana se redujo el nivel del agua, pero a mi me pareció normal. Era bueno que estuviera consumiendo su agua, pues así crecería mas, pensé. Fue a la segunda semana que lo noté menos brillante y con algunas manchas amarillas. Poco a poco Eufebio se ha ido marchitando. La nueva vasija no era un mejor lugar para el. Finalmente la botella de coca era perfecta, perfecto lugar, perfecto tamaño, perfecta la luz. 


          Eufebio se va a morir, y morirá por lo siguiente: el constante movimiento con las piedras pulidas resecó sus raíces y hasta le arrancó algunas. Lo mas importante: la botella de Coca-Cola al ser transparente permitía que todas las partes de Eufebio recibieran sol de igual manera. La vasija era fría y oscura por ser de barro café, así que Eufebio se puso amarillo, primero de la base del tronco, y luego éste color fue avanzando paulatinamente. Cuando lo descubrí, el daño ya se había extendido demasiado. En cuanto me di cuenta de esto, lo cambié de regreso a su botella de Coca-Cola. Lo he puesto a tomar baños de sol, y lo trato con toda clase de mimos, pero no parece mejorar. ¡Eufebio!, ¡Eufebio!, ¡Eufebio se va a morir!**


**Nota del Editor: Eufebio tristemente murió. Quedó totalmente hueco por dentro.

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