MEDIA SONRISA*

“Primer amor de mi vida…distancia,
que no pasó del intento.
Primer poema del alma…distancia,
Que se ha quedado en silencio.”
Alberto Cortez

*Cuento autobiografico.
*Escrito el martes, 13 de Septiembre, 2005.

Para JVK.

          Estaba tan ensimismado pedaleando en la bicicleta estacionaria que no me percaté cuando ella se acercó a mí. Escuché súbitamente su voz y, debo confesarlo, su aparición tan repentina me sobresaltó un poco. Su persona me pareció irreconocible, pero esto no debió sorprenderme ya que en años recientes había pensado lo mismo cada una de las veces en que por casualidad la encontraba por ahí. Esta vez, al tenerla tan cerca, se reforzó en mi la idea de que se había convertido en otra persona, en alguien diferente. Era como si la hubiese dejado de ver por muchos años y ahora ni aún siquiera teniéndola a centímetros de distancia la pudiera reconocer. Pero la verdad es otra. La seguí viendo, aunque fuera esporádicamente, en el campus, en los antros, en la calle, de forma siempre imprevista.

          – Hey, hola –, me dijo, ostentando esa media sonrisa que solía aparecer cuando estaba un tanto nerviosa. Sin embargo no atiné a decir palabra. Lo que es mas, ni siquiera me moví, solo mis piernas seguían pedaleando de forma autómata. Mis ojos permanecieron fijos en ella y pude notar su sorpresa por mi inmutación. Luego se acercó para darme un beso a manera de saludo. Yo cual si estuviera hecho de madera o de cualquier materia inerte, permanecí estático por unos momentos que me parecieron muy largos. Al fin pude recuperarme y romper mi estado de estatua humana para acercarme a recibir el beso.

          Hecho esto la observé fijamente de nuevo y la creí otra, diferente a la que conocí. Tan segura en su andar, en sus palabras… y tan delgada. Paradójicamente, al mirar sus ojos de frente creí reconocer su mirada de antaño, infantil e inocente, y creí también reconocer a la de antes, a la de mirada ávida, de hablar nervioso y de media sonrisa. Tal vez en el fondo siga siendo esa niña un tanto insegura de mis recuerdos.

          La de ayer fue una plática trivial, nerviosa y breve:

          — ¿A que hora vienes?—
          — Casi siempre a esta hora —, respondí.
          — Ah, entonces tal vez venga mas seguido a esta hora —.

          Hoy fui al gimnasio a la misma hora. Entré y ahí estaba, sobre los tapetes azules. Titubeante me acerqué a ella, “Hey, hola”, le dije. Recibí como respuesta su media sonrisa.