LA TORRE

“¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. 
¿Pero por que afirman ustedes que estoy loco?”


El Corazón Delator.
Edgar Allan Poe.


          Todos me creyeron loco cuando conté mi historia. Para mi sorpresa, ni siquiera mi propia madre creyó en mis palabras. – Es tu imaginación hijito –, me dijo con incredulidad, – en esos edificios viejos rechinan las paredes y las tuberías hacen ruido –. Madre al fin, dijo todo esto en un tono de voz que no oía yo desde que era chico, y ocurrióseme que tal vez lo hizo con la intención de estabilizar mi muy dañada salud mental. Sin embargo de poco sirvió, porque el siguiente par de meses representaron para mí una constante zozobra y pena. Constato y doy fe que lo que relataré es totalmente cierto.


          Trabajaba a la sazón en el edificio llamado Texas Tower, justo en el centro de El Paso, localizado a una cuadra de la plaza San Jacinto, popularmente llamada de los lagartos. Las primeras piedras del edificio se edificaron en la década de los 30’s en el siglo pasado. Edificio glorioso en el pasado de Texas, en sus buenos tiempos fue el más alto en todo el suroeste de Estados Unidos. Aunque sigue aun en pie, sus muros reflejan el paso del tiempo. El que fuera en sus inicios el hogar de uno de los bancos más importantes, alberga ahora el espacio de pequeñas oficinas y comercios.


          Me desempeñaba yo como trabajador de medio tiempo en la oficina de los servicios educativos de LULAC (League of United Latin American Citizens), en el cuarto piso del edificio. Realizaba yo desde reparaciones y mantenimiento a las computadoras, hasta funciones de archivero, mensajero, recepcionista, carpintero, cobrador, cartero, y demás linduras que se les ocurrieran a mis jefes. Dado que mis clases eran por la mañana, llegaba yo después de la hora de la comida, a eso de las dos de la tarde, y permanecía ahí hasta entradas las seis. Mis dos supervisoras inmediatas, al igual que la secretaria, esperaban con ansias las cuatro de la tarde, hora en que el director terminaba sus faenas, para todas ellas irse sin ningún empacho a sus casas, robándole así una hora a la jornada laboral. Es así entonces que permanecía en soledad por un par de horas, a veces más, a veces menos, y trataba de aligerar el silencio haciendo sonar algún disco en la computadora, o prendiendo la televisión en algún canal cualquiera. De vez en cuando recibía la visita de Jaime, el conserje del edificio, que pasaba a recoger la basura acumulada durante el día. Había solo otra oficina en funciones en el piso cuatro, la cual era ocupada por un abogado quien, por alguna extraña razón, casi nunca hacia acto de presencia.

          Cierto día en el que estaba ya completamente solo, me atareaba en hacer copias de algún documento, cuando de repente escuché con claridad unas fuertes pisadas, como si alguien corriera en el pasillo. Detuve mi labor para escuchar mejor, pero al instante el ruido calló. Continué haciendo copias, pero pasados algunos segundos, oí claramente como si alguien hubiera entrado a la oficina. Al sentir la vibración de los pasos, me apresuré a salir del cuarto de copiado, mas no encontré a nadie, solo alcancé a ver fugazmente una sombra negra que atravesaba la puerta de lado a lado. Por un instante me paralicé, pero haciendo acopio de valor me dirigí a la puerta de entrada de la oficina, y grande fue mi sorpresa al darme cuenta que no había una sola persona ahí mas que yo. Cabe destacar que mi oficina era la última del pasillo, y si alguien hubiera entrado y salido de esta, le hubiera tomado algún tiempo llegar hasta el final del pasillo y perderse de mi visibilidad. Salí de la oficina, casi temblando, esperando encontrar a mi vecino el abogado en su oficina, pero mi horror aumento al darme cuenta que ese día, como de costumbre, no se había presentado a trabajar.


          Pasaron algunos días en los que intenté en vano olvidar lo sucedido. Sentía dentro de mí una pesadez enorme. Temía la hora del día en que me presentaría a trabajar, pero más temía el momento en el que me quedaría solo en la oficina. Al irse todas las personas, abría puertas y ventanas de par en par para aprovechar los últimos rayos del sol. También subía el volumen de las bocinas de la computadora al máximo para evitar oír cualquier clase de sonidos ajenos.


           Algunas semanas pasaron después del incidente sin que se volviera a presentar ninguna situación de sobresalto, pero cierto día me aconteció otro extraño suceso. Aquella vez me había presentado a trabajar muy de mañana y aún estaban presentes las otras cuatro personas que laboraban en la oficina. Tal vez por esta razón me sentí mas confiado que de costumbre, pero pronto me daría cuenta de lo equivocado que estaba. Me dirigí al baño, del cual solo los empleados del piso cuatro teníamos llave. Inexplicablemente en aquella ocasión mi llave se negaba a abrir el cerrojo, aun cuando era la llave que venia yo usando desde hacía tiempo. Era como si alguien me impidiera girar la chapa desde el otro lado de la puerta. Se me ocurrió que tal vez la llave necesitaba ser pulida un poco para poder usarla con más facilidad. Cuando por fin logre abrir la puerta, empecé a friccionar la llave contra la madera a fin de pulirla. Hube hecho esto por algunos segundos lo cual provocaba cierto ruido un tanto molesto, pero solo me detuve al escuchar que de uno de los cubículos de los sanitarios salía un sonido gutural, como un quejido, el cual me dio la impresión que hacía un gesto de desaprobación ante el escándalo que yo estaba provocando. Creí que alguna persona estaría dentro del cubículo, y al entrar yo generando toda clase de ruidos, había perturbado su tranquilidad. Me apené bastante y detuve mis acciones. Me acerqué al urinario e hice lo que tenia que hacer. Al acercarme al lavabo para lavarme las manos, disimuladamente voltee de reojo para tratar de darme cuenta quien estaba en el sanitario. Grande fue mi sorpresa al percatarme que no había nadie, ¡absolutamente nadie! Traté de mantener la calma y seguí lavando mis manos, cuando de repente escuche claramente un suspiro, el clásico suspiro de amor. Lo escuché fuerte y claro, como si alguien lo hubiera emitido justo en mi oreja. Volteé para todos lados buscando al emisor de tal sonido, pero al verme solo corrí rápidamente aún con las manos mojadas y enjabonadas. Regrese a la oficina pálido y con la boca seca, pero no lo comenté con nadie.


          Los días posteriores fueron un martirio, pues a duras penas me presentaba a trabajar Cuando finalmente recobre un poco la calma, comenté lo sucedido con mi jefe, el cual me instruyó para que no dijera nada ni a la secretaria ni a mis supervisoras a fin de no contagiarles mi miedo, y así lo hice.


          Unos días después, cuando Jaime, el conserje, se presentó para limpiar la oficina, le pregunté sin decirle nada de lo que me había ocurrido, si él había experimentado alguna situación fantasmagórica en el edificio. Por un instante se me quedó viendo a los ojos, sin decir nada, tal vez tratando de encontrar la mejor respuesta posible. Dijo que el nunca había vivido ninguna situación fuera de lo normal, y que si algo así le pasase, no volvería a poner pie ahí. En sus palabras noté algún titubeo, como si me estuviera mintiendo. También, el largo tiempo que se tomó para contestar me hizo dudar de sus palabras. Aun así, le comenté lo que había vivido, y esto le dio cierta confianza para aceptar que de vez en cuando escuchaba ruidos en pisos del edificio los cuales estaban completamente desocupados, pero por su propio bien, trataba de ignorarlos. Luego me contó lo que le había pasado no a el, sino a otra señora que también se desempeñaba como conserje. El edificio tenía un sótano el cual estaba habilitado como una bodega. Los conserjes bajaban ahí para abastecerse de todo tipo de enseres de limpieza. Cierta vez que la conserje había bajado ahí, ésta sintió que alguien había tirado de su cola de caballo con fuerza tal que la hizo desbalancearse. Mayúsculo fue su espanto al voltear y no ver a nadie, y al instante emprendió la rampante huida hacia la salida. – Me aseguró que sentía claramente a alguien corriendo detrás suyo – concluyó Jaime.


          Laboré en ese edificio por algún tiempo más, el cual se me hizo eterno. Tres semanas antes de fin de año, mi jefe me anunció que mi contrato terminaría y por razones de presupuesto no era posible mantenerme empleado. Fingí estar compungido, pero en el fondo respiré aliviado pues no volvería a pisar ese lugar nunca más. En mi último día de labores, me despedí de todos y caminé firme y decidido por ese largo pasillo. Bajé las escaleras sin miedo y no volteé a ver atrás.


“¿Cómo puedo estar loco, entonces?
Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.”
El Corazón Delator.


2 comentarios:

Anonymous said...

crazy charles
David Najera

Unknown said...

Bato loco, algo has de deber. JAJAJA